Ni idolo ni referente

Miércoles 4 de mayo del 2011.
Una larga fila de autos volvía de San Carlos de Apoquindo entre algunos cánticos y bocinazos. Satisfechos por el sólido partido ante Gremio y expectantes ante un auspicioso futuro con el cuadro abierto en la Copa. En medio de ese sentimiento prendo la radio para escuchar los comentarios y declaraciones al término. Y, atónito, me encuentro con esto:

Milovan Mirosevic en Radio Cooperativa, especialmente entre los 00:57 y los 01:03.

“Naaaaaaaaaaah, ¿cómo cresta es posible? ¿Cómo mierda dice eso?” Cual Tano Pasman, en ese preciso momento terminé de convencerme de la sensación incómoda que tenía. El Capitán, ese personaje querido e idolatrado por la gran mayoría ya no solo no me convencía, sino que me molestaba. Para el Milo, el mejor momento de Católica en los últimos años provenía de seguir el ejemplo del archirrival. Impresentable, inaceptable.

Recuerdo que para el 2002 era un jugador fantástico. Sobrio y talentoso, sus condiciones prometían un futuro lleno de éxitos. En esos tiempos varios jugadores chunchos se turnaban para pegarle en un clásico universitario, hasta que lograron que saliera lesionado de la cancha. Partió a Racing despertando un gran cariño en todos nosotros. Sin embargo las cosas parecieron cambiar tras su regreso. Aparentemente su experiencia y su inteligencia dentro de la cancha, aun cuando su calidad futbolística fuera en claro y constante descenso han interesado a diversos equipos. Y es aquí donde la usual “caballerosidad” de Mirosevic ha dejado entrever algo muy diferente: desdén.

El 2009 perdimos una dolorosa final con Colo Colo en el Santa Laura, un partido en que comenzamos ganando bien temprano y que terminó amargo como tantas otras veces. Claramente faltó conducción desde dentro de la cancha. El 1-0 a favor terminó causando que Católica se refugiara en el arco y no fuéramos capaces de sostener el ritmo del rival. Fue un mal partido del Capitán. Pero lo peor ocurrió días después, cuando Mirosevic recibió una oferta de Unión Española. Con ella en mano comenzó a presionar a los dirigentes de la UC para que le subieran el sueldo, aduciendo que quería quedarse, pero también quería ser valorado como correspondía. Que la oferta de Unión era buena y que no podía descartarla.

El 2010 obtuvimos el Huemul de Plata sin Mirosevic en la cancha, pues había sido suspendido tras practicar kickboxing en el recordado partido en Calama que ganamos con tiro libre de Eluchans. El Capitán levantó la Copa ante el delirio de muchos, para luego ser transferido al fútbol emiratí. Ya sabemos qué pasó. El Al Ain no gustó de Mirosevic y lo mandó de vuelta invocando una mala inscripción. El Milo se quedó entrenando con la UC, que lo recibió con los brazos abiertos en calidad de préstamo a pesar de no haber realizado una buena pretemporada y de estar lesionado. De más está decir que tuvo una muy mala conducción del equipo en la recta final del primer semestre del 2011. No hubo voz de mando en los minutos finales contra Peñarol, salió expulsado en la semifinal contra La Calera y no pensemos siquiera en el 12 de junio fatídico. Tal vez estaba analizando las ofertas que tenía, siendo la primera la de Colo Colo. “No podría descartar una oferta de Colo Colo, es un grande y debo pensar en mi familia”, señaló en más de una oportunidad. Y posteriormente llegó la oferta de Azul Azul, precisamente cuando se aprestaba a negociar con Cruzados. En el elenco gitano le ofrecían 3 millones de pesos más que lo que percibía en Católica y un contrato de plazo más largo. Y vaya si la pensó. Su silencio fue enervante, pues solo era roto con frases del tipo “no puedo cerrarme a ninguna oferta, no corresponde” y “es un honor que un grande se fije en mí”.

Basta de burlas. Me indigno al escribir estas líneas. Mirosevic tomó la oferta de Azul Azul para presionar a Cruzados. Para exigir más plata, empleando también el cariño incondicional de la hinchada. Cada vez que hubo ocasión, el Milo indicó que “no se sentía lo suficientemente valorado”. Y eso naturalmente desencadenaba mejores condiciones, alza salarial y ventajas. Ventajas que terminaron consagrándose en la cláusula que lo alejó recientemente de la UC: “ante una buena oferta para su futuro, podrá partir”. Gratis. Sin beneficio alguno para nuestra institución. Esa fue la condición que Mirosevic puso para no irse al equipo azul: un alza de sueldo junto con una cláusula de salida gratuita. Tanto agravio ha surgido contra Cereceda, que no tenía ningún tipo de compromiso emocional, que jamás empleó a la hinchada para sacar ventaja y que terminó yéndose ante una mejor oferta del archirrival, sin asco… pero al menos teniendo la decencia de entregar 150 mil dólares. Tanto insulto ha flotado contra Meneses, que si bien siempre dijo sentirse a gusto y valorado en la UC, que alguna vez portó la jineta de capitán y que logró ganarse el afecto de la hinchada (aunque nunca empleó eso para pedir más plata), ha querido irse recientemente teniendo en cuenta una cláusula de salida de 800 mil dólares. No justifico la actitud de ambos. Yo mandaría a Meneses a entrenar con la sub-13 para que aprenda a valorar esta camiseta que, según él, tanto respetaba. Lo que hago es condenar a Mirosevic sin cuestionamiento alguno porque ahora que lo pienso, la mayor gracia que yo le encontraba, “crecerse en los partidos importantes”, tampoco es tan nítida. ¿Dónde estuvo en la final perdida del 2009? ¿Qué pensó en el partido en Calama donde pegó hasta más no poder sabiendo que quedaría suspendido? ¿Dónde estuvo cuando nos echó Peñarol? ¿Qué fue de su voz de mando el 12 de junio? ¿Cómo puede ser que el único penal que haya perdido en 2 años haya sido en la tanda de definición de la Copa Chile? No. Tampoco me satisface ahí, ni tampoco me agradan sus típicas declaraciones mesuradas de “intentar llegar lo más lejos posible” o “buscar hacer lo mejor que se pueda”, especialmente cuando, por ejemplo, Pizzi decía que el objetivo era salir campeones de América. A Católica se llega a ganar, a brillar, a salir campeón. Y ese debe ser el mensaje que entrega el que sea capitán. Más aún me desencaja pensar cuánto ha flirteado con el rival, cuánto se ha dejado seducir, cuánto ha tomado esas ofertas para pelear por más plata y por condiciones absurdas e impensadas en la institución que dice querer tanto.

Repudio aquí a todos aquellos que indican que Mirosevic es el sucesor de Lepe como referente de Católica. Don Mario jamás hizo eso, jamás lo hubiese hecho. Cierto es que es un pésimo técnico, sin una visión clara de fútbol, ni capacidad de escoger bien sus asesores, ni autocrítica alguna; pero es un hincha de tomo y lomo, que le ha dedicado la vida a nuestra institución y que siempre ha hecho todo su esfuerzo por una UC exitosa. Mirosevic no es referente, no es ídolo. Puede que sea un buen jugador, como tantos más que han pasado por la Franja. Para mí un referente es aquel que deja todo, que se esfuerza, que corre a mitad de cancha a trabar y pelear aunque no le corresponda. Aquí tengo imágenes de Toselli. Un ídolo es aquel que moja la camiseta a fondo, que no es cortés con el rival, sino que lo ignora cuando no molesta y lo insulta y agrede cuando este lo ataca. Y aquí tengo grabadas muchas escenas de Cristián Álvarez. Pueden despreciarme y vilipendiarme cuanto quieran, pero no necesitamos más ídolos, ¿o qué fue del “pocos pero locos, Cruzado hasta los cocos”?

No le deseo mal a Mirosevic, no lo haría. Pero no me interesa un ápice su carrera en Estados Unidos. Que vaya, que gane lucas y que haga lo que le dé la gana en su futuro. Quizás algún día cumpla su sueño y se vista de azul, como jugador o tal vez como técnico. Y así consiga celebrar junto a Los de Abajo, aquellos a quien tanto parecía admirar y respetar… tal vez más que a nosotros.

Por Carlos Salazar @csalriv