martes, 28 de septiembre de 2010

Columna de Francisco Aguayo @donkakorockstar

Hace algún tiempo atrás, después de la derrota frente a Cobresal, dije que ni siquiera ganando todos los partidos que vienen por delante lograríamos campeonar este año. Muchos me dijeron que las matemáticas y ciencias ocultistas de los chamanes prehispánicos demostraban lo contrario, pero no me equivoqué. Mi crítica iba mucho más allá de una simple operación matemática… iba al trasfondo del asunto: el mal juego del equipo.


El partido frente a Unión Española fue un oasis en el desierto. Si bien el equipo no brilló, se logró un resultado positivo, más aún tomando en cuenta que los “panaderos” nos tenían de caseros. Incluso así, y pese al exitismo de algunos, seguí pensando que el equipo no jugaba bien, no aprovechaba bien los espacios y tenía salida de petrolero recién ajustado. Una de las cosas que me llamó la atención, en realidad me la llama hace tiempo, es que el mediocampo cruzado está más cortado que brazo de “emo” con depresión. Se extraña esa salida rápida, explosiva, sorpresiva que teníamos hace un tiempo atrás. Todo lo que se hace es en extremo previsible y eso quita efectividad.


El duelo con la Universidad de Concepción, para mí al menos, era uno de los más difíciles que nos quedaban por enfrentar. ¿Por qué? Porque el equipo de Pellicer (sí…ese mismo que echamos por “ratón”) tiene un juego colectivo envidiable, con un buen trato del balón y una dinámica digna de adular. Ese partido no lo perdimos sólo porque Pancho Arrué estaba lesionado. Y queríamos celebrar el Bicentenario.


La prueba de fuego era Audax. De antemano se sabía que sería un partido complicado, de esos de seis puntos. Por las características del rival, lo lógico era salir con una línea de tres en el fondo y meterle cinco jugadores al mediocampo, puesto que de esta forma no dejamos que el rival tenga la pelota, generamos presión en la salida contraria y tenemos mejor control y rotación del balón, pero no… se me olvidaba que quién estaba en nuestra banca era Pizzi.


Nuestro entrenador trabaja menos que la mandíbula de arriba y eso se notó en los tres goles que nos hicieron, exclusivamente, por no tener un buen trabajo táctico durante la semana. Hay una diferencia entre tener un entrenador que tenga un cartón que certifique sus estudios a tener un técnico de cartón, y nosotros tenemos uno de cartón reciclado. 


El trámite del partido fue raro, es cierto, pero aún así había cosas evidentes que mejorar… y no se dio cuenta. Cuando Audax se quedó con 10 era evidente que se refugiaría en su terreno para salir de contragolpe. Bajo esa lógica, era racional pensar que a Católica le costaría entrar jugando y que tendría que recurrir a la despreciada “técnica del ollazo”. ¿Qué hizo nuestro DT? Sacó a Pratto y metió a Matías “ayudante de santa” Rubio… “Abramos la cancha y centremos al área, aunque no tengamos a nadie que cabecee” se le escuchó decir. Esperó un tiempo y medio para sacar al “Vasco” y poner a “Eluchancho”, siendo que ese cambio debió hacerlo a los 30 minutos del primer tiempo. ¿Por qué? Porque nuestro DT no tiene talento.


Los jugadores lo dejaron todo en la cancha y eso lo agradezco. La mojaron e hicieron todo lo posible por dar vuelta el resultado, pero no sacas nada con tener un portaviones último modelo si no tienes a alguien calificado para manejarlo.


“Perdónenlos, porque no saben lo que hacen” pidió MAF a los hinchas hace un tiempo atrás, mientras observábamos su crucifixión a los pies de un monte de Las Condes… creo que ahora podemos entender ese mensaje celestial.


pd: Por favor sigan insistiendo con el tema de #localesensancarlos.  ¡No podemos dejarlo ahora!


Por Francisco Aguayo (@Donkakorockstar)

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