La Columna de Damian Jones.
Los siete mil que estábamos en San Carlos el
sábado 26 de mayo, a medio día, con lluvia y con un 0-3 que remontar debemos
sentirnos orgullosos. Los siete mil deberían ser premiados por Cruzados SADP
con un pedazo de tablón o alguna lesera que acredite que estuvimos, que somos
de verdad, que estamos en las buenas y en las malas, que por la cresta que han
sido hartas.
Me decidí a las 10 de la mañana, prendí el
computador, compré e imprimí mi entrada, me puse hartas capas de ropa, la
camiseta encima, una chaqueta y un gorro de lana. Agarré mi credencial de socio
y subí en mi cacharro a donde he ido desde 1988, en las buenas y en las malas,
no podía faltar. Racionalmente sabía que no había vuelta, que era un sueño,
casi imposible, lo publiqué en twitter y facebook, esperando que me molestaran
para preguntar quien iba a ver a su equipo con tres goles por hacer, sábado en
la mañana y con lluvia.
Llegué con media hora de anticipación, menos
mal, el control tipo aeropuerto gringo en septiembre de 2001 de la galería
Mario Lepe demoraba bastante. Mi cuñado ya estaba con su hermano, mi viejo se
restó por un resfrío, las gotas caían levemente y ver a unas siete mil personas
mojándose emocionaba, la cancha iba a resistir, el bombo se echaba más de menos
que nunca y los fuerzas especiales estaban por todos lados. La hinchada de la
Unión, tal vez la que más nos odia de todas las del fútbol chileno, estaba
celebrando desde el minuto uno, con cantos robados de madres, zorras y
cruzados.
Luego de los primeros minutos pensaba que la
hazaña era factible, unión se resbalaba y cedía la pelota, la UC controlaba y
trataba de llegar, con más ganas que fútbol eso si. Pero... el descontrol, el
maldito descontrol, el ir con más fuerza de la necesaria, lo que le pasó al
Milo contra la U en diciembre, lo que le pasó a Costa en junio, para qué?, para
qué? Michael, habías sido un aporte, no estabas jugando mal, para que cagar
todo el semestre con una barrida con los dos pies en ristre, en ese momento
cualquier sueño de los 7 mil que estábamos ahí se fue a la cresta. Los que lo
estaban viendo por la tele sabían que no había opciones, por eso no subieron,
los que nos mojábamos con la lluvia de San Carlos despertamos de golpe.
Pese a todo seguimos ahí y ya avanzado el
segundo tiempo, cuando la defensa de Unión no daba ningún espacio, cuando el
cansancio y la falta de ideas y de fútbol hacían que meter tres goles fuera aun
más imposible llegó el momento en que uno recuerda por qué va al estadio, por
qué es de la cato, por qué alienta aunque esté todo perdido... “Dale, dale,
dale oh!, dale, dale, dale oh! Que la cato es mi pasión, lo llevo en el
corazón!!” los siete mil cantábamos con toda nuestra garganta resentida por el
frío y la humedad (pese a que el gobierno quiere que no se cante más no nos
pueden callar)... parece que llegó a los jugadores, porque salió el gol, y
volvimos a soñar...
Pero el Gato Silva nos vuelve a despertar de
porrazo, recordamos a Parot pateando a
Acevedo, a Valenzuela pateando a no se quien en La Calera, de nuevo...
para qué????, luego Hans remata la tarde negra corriendo a encarar a no se
quien y no se por qué, todo se había podrido, Polic ya estaba con la roja en la
mano y hasta los de Unión tuvieron que detener al central para que no se lo
llevaran preso. Con 8 Unión nos dio un baile, el mismo que nos dio con 11 en
Santa Laura y el 10 de ellos se manda un golazo. Los jugadores en el suelo,
pero la gente en vez de llorar o putear se puso a cantar, más fuerte, a
levantarlos, a decir que somos cruzados en las buenas y en las malas, a
agradecerle la entrega a Toselli, a Magnasco, a Castillo y al final al querido
Ormeño.
No queda más, los rojos celebran y se burlan, pero
no se escuchan porque los cruzados cantamos el himno y aplaudimos a rabiar, que
importa, que me importan los panaderos, las madres quebradas o las zorras que
aparecen al final, vendrán más campeonatos y vendrán revanchas y esa copa que
dejamos escapar hace casi un año tendrá que volver. Los pacos empiezan a
empujarnos para que nos vayamos, no queremos, es nuestra casa, está lloviendo,
estamos tristes, pero estamos cada día más orgullosos de ser cruzados.